Sentimos un gran vacío en la boca del estomago al mismo tiempo que nuestras cabezas y espaldas se pegaban con fuerza al asiento del avión. El cinturón ajustado hacia un leve ruido de fricción en
armonía con el ruido que
hacían los equipajes en sus
compartimentos superiores. El avión
conseguía máxima velocidad mientras el ruido que salía de las turbinas hacia intuir que
estábamos próximo a despegar las ruedas de la pista. Mi mano cogía de la mano de
Sarita en un leve apretón. Después de pasados estos pocos segundos -que parecían interminables- volvió la calma, el avión despegó y el fuerte sonido de las turbinas cesó. Asomamos la mirada por la ventanilla y teníamos a Lima en una vista digna de Google
Earth. Segundos después el avión se adentro en los Andes.
El viaje es largo. Son alrededor de doce horas las que uno pasa en el avión, la mayoría de las cuales las pasa uno dormido. Hacer esto era lo adecuado pues sabíamos de antemano que el cambio de horario nos podría afectar, afortunadamente nuestra llegada a suelo español estaba programada para las seis de la mañana del 27 de Marzo. Cuadraba perfectamente.
Para ser la primera vez que viajamos en avión, la sensación de sentirse a miles de metros del suelo resultaba algo extraña, sin llegar a ser intimidante. Estando a pocos minutos de aterrizar en Madrid experimentamos el miedo que un ser humano puede sentir al cruzar por la cabeza infinidad de pensamientos catastróficos. El Avión se metió una fuerte sacudida y descendió varios metros de un porrazo. Es una sensación rara, como la de haber dejado el alma mil metros arriba en cuestión de un segundo. Luego del susto las ruedas del avión hicieron contacto con la pista de aterrizaje y un suspiro termino con el miedo. Habíamos tocado suelo madrileño.
Día 1:
Salimos del avión por la manga que nos internaría al terminal del aeropuerto. Luego, para el recojo de nuestras maletas, descendimos por las escaleras eléctricas varios pisos mas abajo y allí tomamos un tren subterráneo (metro) hacia el otro extremo del terminal. Subimos nuevamente por escaleras eléctricas y al llegar a un gran ambiente buscamos la faja por la cual saldrían nuestras maletas. Siendo este terminal uno de los cuatro que tiene este aeropuerto, ya se podrán imaginar el tamañito de tal aeropuerto.
El primer contacto tendría que ser con nuestro operador turístico de Europamundo. Encontramos el cartel con el nombre de la agencia y el caballero que la sostenía nos indicó que abordáramos la van que nos llevaría al Hotel. La penumbra había dejado su paso al día, sin embargo el frío se dejaba sentir en el rostro. La camioneta encendió su motor y las ruedas nos llevaron por una de las varias autopistas cercanas al aeropuerto. Mire a Sarita a los ojos y nos quedamos unos segundo en silencio, estábamos disfrutando el momento.
Quedamos encantados con el hotel que nos alojaba en Madrid. Luego de registrarnos en la recepción nos dieron una tarjeta con la cual teníamos que entrar a la habitación. Lo vergonzoso vino después, cuando no sabíamos como hacer pasar la bendita tarjeta y que esta nos diera acceso a la habitación. Era un momento embarazoso. Sarita y yo nos matábamos de risa mientras intentábamos descubrir el acertijo. Luego de estar cerca de un par de minutos en esa situación puse la tarjeta de casualidad sobre la cerradura y esta activo una luz con un sonido. La puerta se abrió delante de nuestros ojos.
El chofer de la camioneta previamente nos había indicado que nos recogerian en la tarde para el tour por el centro de Madrid. Como teníamos la mañana libre, Sarita y yo decidimos ir por nuestra cuenta al centro. Hicimos dos intentos, el primero por nuestra cuenta y sin consultar, solo llegamos a alejarnos unas 3 cuadras. Regresamos inmediatamente pues nos dio miedo de perdernos. El segundo, ya mas preparados, le preguntamos a la recepcionista y esta nos indico que linea de bus podíamos tomar, la linea 153. Por la tarde nos llevaron en un bus a recorrer el centro, junto a demás turistas de diversas nacionalidades pero en su mayoría sudamericanos. En la noche regresamos contentos luego de pasear por la Plaza Mayor, el Palacio Real, la Gran Vía, la Portada de Alcalá y la Plaza Cibeles.
Día 2:
El día empezó temprano. Nos levantaron cerca de las 6 y media de la mañana con una llamada al teléfono de la habitación. El desayuno nos esperaba cual bufete en el primer piso del hotel. Luego de la buena merienda matutina subimos nuevamente al bus. Tomamos asiento y la guia inicio el saludo para luego indicarnos que nos llevarían a Toledo.
Toledo es una ciudad que de no ser por los signos de modernidad (buses, autos, paneles) la visión sería la de una ciudad arquitectonicamente medieval. Las calles estrechas y laberínticas nos llevaron a una pequeña plaza delante de la catedral. Era domingo de ramos y la procesión por la fiesta católica de Semana Santa pasaba delante de nuestras narices. Entramos a la catedral y llegamos a escuchar un poco de misa. Con Sarita tomados de la mano nos perdimos entre aquellas callecitas con la finalidad de buscar un buen lugar para almorzar.
Buscamos un restaurante bueno, bonito y barato. Lo encontramos a unas cuadras de la catedral a razón de 6 euros el plato y 2 euros la bebida. Demás esta decir que la comida fue exquisita. Para bajar un poco la pancita decidimos caminar hacia el Palacio Real, que fue la cuna de la monarquía española durante el lapso en que esta ciudad fue capital del reino español. Encontramos una ruta que indicaba ser la de "Don Quijote". Luego fuimos al mirador y Sarita corría hacia los balcones del mirador, mientras de lejos yo, un poco cansado y con vértigo, me limité a filmarla en vídeo para la posteridad. Salimos de Toledo y nos llevaron al Escorial para recorrer el monasterio. Impresionante como se podía respirar historia en cada segundo de recorrido. El frió ya se dejaba sentir. Sarita y yo nos fundimos en un abrazo mientras el bus partía de regreso.
Ya siendo de noche regresamos al centro de Madrid. Algo cansados nos fuimos a descansar, pero con la ilusión de que al día siguiente conoceremos un lugar nuevo.